1 de agosto de 2022 | Por Carolina Estebarena

Estuvieron meses haciendo marketing político con el «impuesto a las grandes fortunas», una medida inocua en términos de utilidad económica, que sólo les sirvió para alentar entre sus seguidores prejuicios clasistas -justamente ellos que se autoperciben como adalides de la tolerancia-, pero -después de medio año de faltante de gasoil- todavía no pudieron obtener en tiempo y forma los barcos con los cargamentos de ese combustible para atender el prolongado desabastecimiento que le pega de lleno tanto al sector del transporte como al de la generación eléctrica, cuestión que sí es relevante considerando su impacto en el desarrollo productivo del país. Y de paso, en el «mientras tanto», duplicaron los beneficios para los piqueteros, no lograron contener la inflación -que va escalando en forma desmedida mes a mes; además aplicaron una fórmula que empujar a nuestros jubilados a una situación de vulnerabilidad alarmante, y, a medida que subió la pobreza -una tristísima alza-, malgastaron las reservas del Banco Central que recibieron de la gestión anterior.

Estos son algunos «logros» de un gobierno que la mejor noticia que puede dar en el último tiempo es que la vice «se reunió a cenar con el Presidente»… Ni para la natural comparación con una comedia nos dejan lugar los protagonistas de esa escena, porque lo que pasa hoy en la Argentina es TRÁGICO. Todos los indicadores económicos están en rojo y esto no es de ahora, cuando llaman de urgencia un domingo por la tarde a una economista para que se convierta en bombero. Claramente, no. Esta situación lleva -como la del gasoil, la del dólar, la inflación- meses en progreso. Meses en los que tanto la Vicepresidente como su Presidente (cabe preguntarse si el orden de los factores altera este producto) únicamente se ocuparon de montar el espectáculo de una pareja mal avenida que, por separado, se reúnen con sus respectivos amigos para hablar mal uno del otro y luego se lo hacen saber al otro a través de las redes sociales. Solo coincidieron en cosas puntuales: en culpar de todos sus males -e ineficacias- «a la oposición» o al «anterior gobierno» y en perjudicar y estigmatizar a la clase media y, en general a todos los que, con esfuerzo, lograron alguna situación patrimonial que hace que no sean presa fácil del asistencialismo.

El gobierno bicéfalo empujó a la sociedad argentina a un abismal desorden económico y social, con el agravante de que llega precedido de severos ataques a la escala de valores con los que nuestra sociedad alcanzó sus muchos logros. La educación, la cultura del trabajo, el orden, la garantía del derecho a transitar, el respeto a la propiedad privada, entre otras referencias que teníamos claras, fueron socavadas por un gobierno que se preocupó más por destinar millonarios recursos para sostener una vastísima red de clientelismo político antes que por hacer las necesarias inversiones para abastecernos de la energía que hoy no tenemos.

Pero, como dirigentes políticos, no suma quedarnos en un diagnóstico crítico, que desnuda la manifiesta incapacidad de un gobierno sin soluciones a la mano más que la de despertar algún interés en la audiencia con el acting de la pareja que se pelea y se reconcilia por las redes sociales.

Tenemos que aportar calma y transmitir esperanza, porque podemos hacer las cosas bien. Por supuesto, los opositores tenemos además la tarea de instar a la seriedad, a la legalidad y la moralidad a la coalición gobernante, cuyo principal enemigo es el interior -aunque pongan las culpas afuera.

Pertenezco a una fuerza política preparada para revertir esta situación de decadencia, capaz de dar respuesta a una sociedad abatida por el hartazgo y los problemas que día a día le agrega la irresponsabilidad de funcionarios más preocupados por hacerse de cuotas de poder y recursos estatales que por brindar soluciones que son urgentes, como diseñar un plan económico que estabilice el caos monetario en el que nos hundieron (con media docena de cotizaciones del dólar y una emisión insustentable por donde se la mire). ¿Cómo? Principalmente respetando la Constitución, de lo que se desprende un sinnúmero de propuestas que defienden el Estado de Derecho, en contraposición al avasallamiento de las instituciones que padecemos desde el regreso del kirchnerismo al gobierno. Por supuesto –evidente para quienes alzamos las banderas del desarrollo sostenible- potenciando el aparato productivo, con el consiguiente y necesario alivio de la monumental carga fiscal –tenemos una presión impositiva que es de las más altas del mundo-; dando al campo el protagonismo que tiene en la generación de riqueza en nuestro país en lugar de estigmatizarlo y verlo como a un adversario; prestigiando la educación con escuelas abiertas, docentes trabajando e imperativamente capacitándose para estar a la altura de las nuevas tecnologías en el aula y chicos estudiando –algo que parece no importarle a la fuerza gobernante; cuidando a quienes nos cuidan, nuestras fuerzas de seguridad, a quienes tenemos que proveerlas de los recursos necesarios y la autoridad para que ningún argentino deba vivir angustiado por la hora a la que sus hijos vuelven de estudiar o trabajar y -sobre todo- darles respaldo político para que no teman que por cumplir con su deber pueden ser castigados sólo por ser policía, prefecto o gendarme.

Pero, ante todo, tenemos la voluntad y la valentía para hacer lo que se debe hacer. Tolerancia cero con lo que no está bien; con lo que la gente sabe que no está bien. Con lo que el sentido común indica que no está bien como ganar dinero sin trabajar, intentar vulnerar a la Justicia para amparar hechos de corrupción, hacer alianzas políticas con países gobernados por dictaduras o encerrar a todo el país en una cuarentena inhumana mientras quien la impone organiza fiestas de cumpleaños con invitados en la residencia presidencial.

La situación es de extrema complejidad. Pero las virtudes que se necesitan para resolverlas, son muy claras. Nosotros podemos construir una Argentina diferente.

 

*Diputada de la Ciudad de Buenos Aires, por Juntos Por El Cambio. En la Legislatura porteña integro el Bloque Vamos Juntos y presido la Comisión Especial de Cambio Climático.