5 de enero de 2022 | Por Carolina Estebarena

 

Desde el retorno de la democracia, cada 1° de marzo, el presidente de la Nación abre el período de Sesiones Ordinarias dando un mensaje ante la Asamblea Legislativa (diputados y senadores nacionales). En las diferentes legislaturas del país ocurre lo propio, aunque la formalidad del discurso pronunciado por el titular del Ejecutivo de la jurisdicción en cuestión no se da en todas en esa fecha, dado que muchas constituciones provinciales establecen otros días de inicio de su “año parlamentario”. De hecho, en Salta la apertura es el 1° de abril de cada año y en Mendoza el 1° de mayo, por sólo mencionar dos ejemplos.

Podría estar horas escribiendo acerca de las distintas expresiones vertidas tanto por el primer mandatario en el Congreso de La Nación como de las alocuciones de los funcionarios que tuvieron la responsabilidad de abrir el período de sesiones ordinarias a hoy, pero elijo poner el foco en uno de los puntos del discurso presidencial, referido a la educación.

El 2020 estuvo plagado de desaciertos en lo que se refiere a decisiones del Ejecutivo Nacional, pero sin duda uno de los peores errores fue el indefendible cierre de escuelas durante todo un año y la reticencia a iniciar el ciclo lectivo vigente con clases presenciales, justificando esto último en la falacia de su suspensión “en 190 países”, como refirió Alberto Fernández en su discurso en el Congreso de la Nación. Citando ese número – por supuesto sin aclarar por cuánto tiempo se dio el cierre de establecimientos escolares en esos países- el Presidente intentó avalar la prolongadísima «no presencialidad» escolar, evitando reconocer que su disposición de la prohibición de concurrir a las aulas afectó la salud (entendida en su concepto más amplio) de una enorme cantidad de chicos así como la vida familiar y la dinámica social de todos los argentinos.

Contrasta con esa terca decisión de impedir que los estudiantes estuvieran en la escuela, el enorme compromiso y la insistencia del Gobierno de la Ciudad por el regreso a clases presenciales. Ya desde noviembre de 2020 la Ministra de Educación, Soledad Acuña, y el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, expresaron la voluntad de iniciar el ciclo lectivo el 17 de febrero bajo la premisa de al menos 4 horas diarias (una jornada simple) para los chicos de 45 días a 5 años, los primeros tres grados del primario y de modalidad Especial y los primeros dos años del secundario, sumando escalonadamente al resto del alumnado en diferentes fechas hasta completar con los terciarios e institutos de formación profesional y docente la vuelta a la presencialidad de todos los estudiantes en CABA.

En efecto, Rodríguez Larreta, quien abrió las sesiones ordinarias de la Legislatura porteña en esta ocasión de manera virtual -por estar cumpliendo aislamiento preventivo al regreso de su viaje-, reafirmó en su discurso que la política educativa para el 2021 tiene como eje el garantizar que los chicos estén en las escuelas, y acompañar las distintas realidades de los alumnos, dando como ejemplo de programa el llamado “Decí presente”, que en 2020 tuvo como objetivo revincular a los 6500 estudiantes de nivel primario que habían perdido toda conexión con la escuela y estuvieron a punto de dejar sus estudios y que este año se extenderá a los del nivel secundario. De hecho, uno de los nefastos efectos colaterales de la virtualidad fue el aumento de la deserción escolar. En los últimos 10 años, con mucha inversión por parte del Estado, y firme decisión del GCBA, en la Ciudad logramos bajar varios puntos el abandono en la escuela, esfuerzo que voló por los aires con las aulas cerradas.

No puedo dejar de marcar las hondas diferencias entre la actitud del gobierno nacional y la del de la Ciudad de Buenos Aires. Y es que en este último caso, considerando las consecuencias negativas de todo un año de escuelas cerradas, se entendió que ya no había lugar al debate de si los chicos podían volver a la escuela. Múltiples razones explican y dan cuenta del énfasis en querer retomar la presencialidad. Una de ellas es que en aquellos países que pudieron mantener sus aulas abiertas no se generó mayor circulación del virus, y el balance de este mes de clases presenciales muestra que no ha habido contagios masivos en el ámbito educativo. Eso sí, mientras muchos criticaban la apertura de las escuelas, paradójicamente, no objetaron que se reabrieran los casinos y bingos, los bares, los gimnasios, ni siquiera el hecho de que se juntaran más de un millón de personas en un velatorio con escaso o nulo protocolo.

La presencialidad escolar nunca fue un capricho. Continuando con los motivos para promoverla, uno de los más significativos es la demostrada afectación a la salud integral en una gran proporción de estudiantes, entre quienes se detectaron trastornos de ansiedad y/o alimentarios, alteraciones en el sueño, dificultad para la concentración, por mencionar sólo algunos. Estudios como el que realizó UNICEF junto a la Fundación INECO, así como expresiones de la Sociedad Argentina de Pediatría y de la Academia Nacional de Medicina resultaron contundentes a la hora de establecerse que el encierro y la virtualidad, o más específicamente el alejamiento de las aulas, afecta el bienestar emocional de los alumnos.

Adicionalmente, debemos tener muy presente que la escuela no sólo da pautas y genera hábitos en la vida de los chicos sino que además es el lugar que garantiza inclusión y equidad a la hora de aprender. Después de un año lejos de las aulas, con las dificultades en el proceso de aprendizaje que trajo aparejadas en muchos casos la modalidad virtual, se vio afectada la calidad educativa. Y así como tras una década de mucha inversión en recursos humanos, en capacitación de personal docente, en coordinación de políticas educativas, logramos bajar 2 puntos la repitencia en el nivel primario, solamente en el año de pandemia se duplicó la cantidad de chicos que están en condiciones de “promoción acompañada”, que quiere decir que pasan de año, pero raspando, necesitan más tiempo para terminar de realizar los aprendizajes y saber si efectivamente van a promocionar o tienen que repetir. Más aún, en el nivel secundario, 4 de cada 10 estudiantes tienen 3 materias pendientes, o más. En un año común, si no fuese por la decisión de que pasen igual, hubieran repetido.

Por eso desde el Gobierno de la Ciudad se hizo todo lo posible para volver a las clases presenciales, en principio con un modelo flexible que se perfeccionará con el correr de las semanas, pero con la firme convicción de no volver atrás, porque para los chicos nada se compara con volver al aula.

Para cerrar, y volviendo al discurso del presidente Fernández, en el que afirmó «para nosotros la educación es una prioridad”, entiendo que equivocó el “nosotros”, seguramente quiso decir para la Ciudad de Buenos Aires, porque sus acciones indican lo contrario. A más de un año de aquel día en el que decretó la cuarentena que resultó ser eterna, y ante la implementación exitosa de los protocolos de vuelta a clases presenciales queda cada vez más expuesto lo irracional e improvisado de la decisión del Gobierno nacional de tener las escuelas sin chicos, y por tanto a los chicos sin el contacto físico con sus compañeros y docentes.